Ahorro de energía tiene a Venezuela en tinieblas


corp010 Uno de los pasillos de un modesto centro comercial al sur de Caracas tiene sólo tres de los doce bombillos encendidos. Los vendedores de las tiendas, a pleno mediodía, solo los encienden cuando pasa algún posible comprador. Se secan el sudor porque la administración apagó el aire acondicionado desde que fue notificada oficialmente de que el edificio es un «alto consumidor de energía» que no cumplió con la cuota de reducción del 10 por ciento de su consumo eléctrico, según el diario El Tiempo.

Una gran calcomanía colocada por la Corporación Eléctrica Nacional así lo indica y, de no lograr la meta, el edificio será sancionado con un pago de 20 por ciento más de su factura, e inclusive, un posible cierre de 24 horas.

La escena se repite en otros centros comerciales -escaleras y ascensores apagados, medialuz y aire caluroso- y en locales de todo tipo, como una panadería de una zona residencial de Caracas, que también exhibe la calcomanía. Su dueña, Enza Riina, asegura que hace lo posible para reducir el consumo por la grave crisis energética que atraviesa el país, pero su negocio exige uso constante de electricidad.

«Sabemos que tenemos que colaborar pero es difícil. En la panadería hay que mantener la cadena de frío del pan y los dulces, que se hacen un día y se refrigeran hasta el día siguiente, cuando se hornean. Los jugos, los lácteos, los quesos, todo requiere nevera, y lo que he hecho es comprar menos para apagar al menos una, aunque venda menos. También estamos apagando casi todas las luces del local, servimos a los clientes casi a oscuras, y ponemos el aire acondicionado solo cuando prendemos los hornos, porque si no no aguantamos el calor», explica resignada a EL TIEMPO.

El dilema de la señora Riina es generalizado. Aunque muchas tienen plantas propias, el efecto de la crisis energética toca también a medianas y grandes empresas hasta el punto de que la principal asociación de industriales del país, Conindustria, calcula una caída de la productividad nacional de hasta 25 por ciento, sobre todo en los estados donde no existe el sistema de notificaciones, premios y castigos para los consumidores -exclusivo de Caracas- sino racionamiento puro y duro: de 2 a 6 horas de cortes diarios del suministro del servicio, a veces sin notificación previa.

La magnitud del problema puede medirse desde todo punto de vista, como la denuncia de descomposición de alimentos y bebidas de al menos 120 containers que no fueron descargados a tiempo en Puerto Cabello (estado Carabobo) por paralizaciones prolongadas del proceso de descarga. Y es que el puerto funciona en un municipio al que se le corta el suministro eléctrico al menos 4 veces a la semana, por más de cuatro horas.

De noche quedan totalmente a oscuras las caminerías y zonas comunes de cientos de edificios y residencias en la capital venezolana.

Los últimos datos ofrecidos por el presidente Hugo Chávez siguen apuntando a la inminencia de un colapso en el servicio, sobre todo porque la cota de medición de la principal central hidroeléctrica del país, la represa del Guri, está 13 metros por encima del nivel en el que tendría que apagarse y, con ella, el 70 por ciento del país.

De mantenerse el actual nivel de consumo y la sequía, eso podría ocurrir a finales de mayo y, por eso, el gobierno sigue adelante su plan de racionamiento, sustitución de bombillos y la compra de plantas eléctricas (por orden de casi 4.000 millones de dólares, según la energética venezolana), aunque estas todavía no llegan al país.

Más allá de esas medidas, lo que se espera es el favor de Dios, según afirmó el propio presidente Chávez. «Los escuálidos (opositores) están ligando a que no llueva. Pero va a llover más, compadre, tú vas a ver, porque Dios es bolivariano», dijo en una alocución televisada, rogando quizá que no le pasara lo mismo que la semana anterior, cuando se fue la luz en el palacio de gobierno cuando daba una rueda de prensa.

Muy posible es también que esa oración tenga su toque político, pues aunque a finales del año pasado sólo 6 por ciento de los venezolanos apuntaban a la gestión oficial como responsable de la crisis energética, la última medición del Instituto Venezolano de Análisis de Datos señala que en febrero de este año ese número pasó a ser 39,8 por ciento.




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