“Son dos futbolistas que marcan diferencia”, admite Carles Puyol, defensa central del Barcelona, de cara al choque de mañana con el Real Madrid, un partido en el que los dos delanteros esperan acabar con sus respectivas frustraciones.
La de Messi es no haber gritado gol en siete partidos ante equipos dirigidos por José Mourinho, el portugués que entrena al Real Madrid y antes condujo al Chelsea y al Inter de Milán. Eso sí: Messi aún es recordado como el hombre que en febrero de 2006 desquició al Chelsea para encaminar a su equipo a la conquista de un ansiado y largamente esperado segundo título en la Liga de Campeones.
La frustración de Cristiano pasa por haber enfrentado cinco veces al Barcelona -tres de ellas vistiendo la camiseta del Manchester United- sin mover las redes rivales. Y las dos veces que vistió de blanco ante el Barcelona, perdió.
Muy poco sorprendería si alguna de las dos rachas, incluso ambas, se acaban, porque el argentino y el portugués impregnan como nada y nadie a sus respectivos equipos.
Messi, cada vez más goleador, juega como un “10″ y define como un “9″. Con libertad para moverse en ataque, encarna el mismo fenómeno que Cristiano, un “7″ que es “falso 9″: sus respectivos “9″, David Villa en el Barcelona y Gonzalo Higuaín en el Real Madrid, son más de una vez sus asistentes, dos hombres en segundo plano ante el impactante presente de los dos jugadores más famosos del mundo.
Messi, además, es el mejor jugador del planeta. Tiene 23 años y, si la selección de su país lo ayuda, en unos años disputará mano a mano la primacía en el Olimpo del fútbol que comparten Pelé y Diego Maradona.
“Messi y Cristiano son muy buenos, pero ahora Messi está mejor. Cristiano se carga de mucha responsabilidad para ganar, y eso no es bueno”, dijo a dpa Carlos Santillana, ex delantero del Real Madrid y de la selección española.
“Messi es el mejor jugador que he visto nunca. Aparte de su talento natural, está lo que trabaja día a día. Por eso mejora y mejora”, aseguró a dpa Bojan Krkic, privilegiado testigo del crecimiento del argentino.
Josep Guardiola, entrenador del Barcelona, siempre tuvo claro que Messi escondía en su pequeño cuerpo un goleador feroz. Así, la temporada pasada lo movió definitivamente de su posición habitual en la derecha para situarlo en el centro del ataque, para mostrarle a compañeros y rivales que todo debía pasar por él.
El resultado fue impactante: cerró la temporada 2009/2010 con 47 goles, y amenaza en la actual con superar sobradamente los 50, ya que lleva 25 en 20 partidos: 13 en la Liga española, seis en la Liga de Campeones, uno en la Copa del Rey, tres en la Supercopa española y dos con la selección argentina.
Cristiano, privilegiado por Mourinho y a sus 25 años en mejor forma que nunca desde que juega en España, lleva 20 tantos en 22 partidos: 14 en la Liga española, tres en la Liga de Campeones, uno en la Copa del Rey y dos con Portugal.
Sabedor de que es junto a Mourinho el hombre a “odiar” mañana en el Camp Nou, el delantero optó por apretar el acelerador: “A quien le guste el fútbol espectáculo le gusta lo que hago. Y al que no le guste, que apague la tele o cierre los ojos”.
Messi no podría pronunciar una frase similar en un millón de años, porque toda la vida prefirió hablar a través de la pelota. El argentino, dócil en general de carácter, sólo se vuelve arisco e incontrolable cuando no lo dejan jugar, cuando tiene que seguir los partidos desde el banco.
No es precisamente lo que sucederá en la fría noche de mañana, en la que millones de miradas se posarán sobre su figura y la de su contracara.
“¿Cómo parar a Messi?”, se preguntó recientemente Míchel Salgado, ex hombre del Real Madrid y actualmente en el Blackburn Rovers inglés. La respuesta seguro que no es del agrado de Mourinho, que cree en la planificación a ultranza: “Anticiparse antes de que reciba… y rezar”.