Antonio Sánchez García:Cuba, el corazón de nuestras tinieblas

Antonio Sánchez GarcíaAntonio Sánchez García

¿Aceptaremos que esa verdadera proeza, la de atravesar con coraje, con honor y grandeza la frontera entre la esclavitud y la libertad de la mano de Rómulo Betancourt, que provocara el asombro del mundo civilizado, vaya a ser anulada por quienes, en la misma circunstancia, se anclaran para siempre del lado de la esclavitud, esclavizándonos ahora, sesenta años después, a nosotros? Es la pregunta que no le formulo a nuestro pueblo, que riega con sangre inocente las calles de la patria y está dando una gloriosa respuesta de honor y dignidad. Se la formulo a Ud., Vladimir Padrino López. Y a aquellos de sus hombres y mujeres que sirven al esclavismo castrocomunista. Se acabaron los tiempos de la traición. Llegó la hora de la honra. Asúmala.

Lo dijo Carlos Franqui, uno de los hombres más cercanos a Fidel Castro en la Sierra Maestra: “La revolución es la más grande tragedia que le haya podido ocurrir a Cuba en toda su historia”. Una amputación que le castrara todas sus energías vitales y la convirtiera en el reino de Drácula. Una isla como la del Doctor Moreau, de H. G.Wells. Habitada por zombis que han sobrevivido comiendo del Manifiesto Comunista y La historia me absolverá, alucinados por los poderes mediúmnicos del último brujo de la tribu afrocubana, posiblemente el más despótico, cruel y devastador caudillo que haya existido en la historia de América Latina y comparado con el cual todos nuestros tiranos, desde el doctor Francia en adelante, han sido niños de pecho.

Si la segunda mitad del siglo XX fue para América Latina lo que bien podría considerarse un medio siglo perdido –con la notable excepción de Venezuela, que viviría el medio siglo más deslumbrante y productivo de su historia– se debió al influjo devastador y a la insólita capacidad de encantamiento del poseso de Birán. Fue el corruptor de generaciones enteras, de las que hablo con plena propiedad pues pertenecí a una de ellas. Logró fundirse en el imaginario de millones de latinoamericanos con Ulises y Bolívar, con Zeus y Jesucristo, con Pablo de Tarso y Caupolicán. Conmoviendo hasta la médula a los pobres infelices que creyeron en su palabra, cogieron el fusil y se adentraron por el corazón de nuestras tinieblas, encontrando una muerte inútil, estúpida, sangrienta y fantasiosa. No se ha hecho la contabilidad de los muertos debidos a su inverecundia, a su maldad, a su monstruosa megalomanía, pero solo en Venezuela deben aproximarse al medio millón de almas. Como que solo en el último mes sus esclavos de uniforme, que actúan directa o indirectamente bajo su influjo y control, han asesinado a 47 muchachos. Asesinados por los traidores de la guardia nacional que actúan como mastines de sus herederos.

No se requiere excepcional perspicacia para imaginar que la porfía con las que Vladimir Padrino y sus subordinados insisten en sostener el moribundo régimen de Nicolás Maduro y continúan reprimiendo y matando a nuestros hijos, se debe a la presencia intimidante y asesina de los esbirros de Raúl Castro y Ramiro Valdés. Incluso a su capacidad de chantaje y exterminio.

Causa, cuando menos, asombro. Estar entre los puñales degolladores de los espías y agentes del G2, la invasora y asesina oficialidad castrista y las bolsas y botellas de excrementos que les disparan nuestras mujeres no es como para recordar las glorias de Las Queseras del Medio ni vanagloriarse de pertenecer a los ejércitos que vencieron en Junín, Ayacucho y Carabobo. Algo con lo que los asesinos cubanos no pueden medirse, pues sus antepasados estuvieron colgando del cordón umbilical del Imperio español hasta que las cañoneras norteamericanos decidieron cambiarles un imperio por otro. ¿Se niegan a formar parte y a ser dignos y viriles representantes de esa aplastante mayoría de nuestro pueblo bravo como para rebelarse y llamar a degüello a ese pueblo de esclavos que nos esquilma y oprime? ¿No queda en el seno de nuestros ejércitos un solo oficial capaz de emular al general José Antonio Páez y gritarles a sus lanceros, como él lo hiciera en aquella histórica e inolvidable jornada que se hiciera sangre de nuestra sangre: “¡VUELVAN CARAS!”?

Acaba de morir en Londres Hugh Thomas, el más grande hispanista inglés, autor de obras extraordinarias e imperecederas como La historia de la Guerra Civil española –tengo su primera edición de Ruedo Ibérico sobre mi escritorio– Cuba or the poursuit of Freedom, que me regalara también en su primera edición Simón Alberto Consalvi, y la Historia de la Conquista de México, ya indispensable para completar nuestra visión de la más grande y admirable epopeya de nuestra historia. Para recordar su profunda admiración por Rómulo Betancourt, que a muchísima honra corre por las venas de todos quienes hoy nos rebelamos contra la infame tiranía de quien sirve de sátrapa a esa tenebrosa tiranía afrocubana, releo su introducción a la obra cumbre del más gran político de nuestra historia, Venezuela, política y petróleo. En ella escribe Hugh Thomas: “Entre los países que han traspasado la frontera que separa a esos dos mundos, el libre y el cautivo, y lo han logrado en forma victoriosa, Venezuela se destaca en las últimas décadas, no solamente en Latinoamérica, sino también con respecto al mundo entero. Venezuela ha cruzado esa frontera… En la década de los 20 apareció una nueva generación de venezolanos que, desde la juventud, estaban empeñados en establecer un gobierno constitucional para su país. Entre estos hombres se destacó Rómulo Betancourt, y después de muchos años de luchas, de exilio, de peligro personal y de organización política, alcanzó el honor inmortal de ser el primer Presidente venezolano, libremente elegido bajo el sufragio universal, directo y secreto, que dejó el poder en forma normal y democrática. ¿Qué hombre, en toda la historia venezolana, ha logrado tantos éxitos? Ninguno”.

¿Aceptaremos que esa verdadera proeza, la de atravesar con coraje, con honor y grandeza la frontera entre la esclavitud y la libertad de la mano de Rómulo Betancourt, que provocara el asombro del mundo civilizado, vaya a ser anulada por quienes, en la misma circunstancia, se anclaran para siempre del lado de la esclavitud, esclavizándonos ahora a nosotros? Es la pregunta que no le formulo a nuestro pueblo, que riega con sangre inocente las calles de la patria y está dando una gloriosa respuesta de honor y dignidad. Se la formulo a Ud., Vladimir Padrino López. Y a aquellos de sus hombres y mujeres que sirven al esclavismo castrocomunista. Se acabaron los tiempos de la traición. Llegó la hora de la honra. Asúmala.




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