Armando Martini Pietri, @ArmandoMartini: Castrismo puso fecha a la colonización y Venezuela resiste

Armando Martini Pietri

Con su acostumbrada parsimonia, arrodillada a su amo, Postula –Tibisay en latín– Lucena dispuso sin recato ni pudor el 30 de julio la elección de candidatos a la asamblea nacional constituyente, que refundarán un país a la medida del marrullero cubano. El acelerado y tracalero anuncio desató inesperadas reacciones dentro del oficialismo y renovados bríos a quienes acumulan meses de protestas contra el castro-comunismo que aspira a imponerse a trocha y mocha.

En el país se aprecia la sensación del no retorno, confrontación que suma víctimas y violencia. No conforme con escamotear el revocatorio presidencial y las elecciones regionales, haber consumado un golpe de Estado –con la complicidad del TSJ y sectores de la FANB– a la Asamblea Nacional y gobernar por decreto, el G2 sacó del kepis la impúdica constituyente cubana, “para la paz”.

El oficialismo apuesta por la crisis, gana tiempo, produce desasosiego y zozobra, se esfuerza en intimidar y generar miedo. Le ayuda lo difícil de mantener un conflicto por mucho tiempo, la gente tiene que vivir, estudiar, trabajar –aunque no contaban y subestimaron la furia venezolana.

Cuba es la que sostiene la ilusoria revolución bolivariana. El castrismo ordena, decide y ejecuta. Tiene décadas reprimiendo, esa experiencia la están aplicando, gerenciando el avance de un régimen en someter y perseguir la disidencia. El objetivo no es la popularidad de Maduro, sino el poder armado en sus manos, con leyes y discursos como tapaderas de cañones, fusiles y filo de cuchillos.

Chavistas afirman que el legado del comandante ha sido traicionado, sus herederos dilapidaron el inmenso capital político. Se etiquetan no maduristas, están convencidos de que el peor enemigo de esta estafa son el presidente y su entorno. Con sus pares opositores olvidan convenientemente que el autor del proyecto militarista, populista y atrasado fue Hugo Chávez. La diferencia está en el carisma político.

La revolución no acepta extinguirse, sus beneficiados no escatiman esfuerzos en arrastrar al país para no sucumbir ni perder el poder. Necesitan –están obligados, no tienen alternativa– seguir gobernando, tienen a Venezuela por cárcel, se juegan la vida. Los de ellos que sí pueden salir y entrar no tienen problema, saben que la forma de permanecer en el poder es con los opositores y sin los maduristas delincuentes.

Han sido tan malvados, que no pueden esconderse de la justicia. Los ataques con saña y alevosía demuestran aprensión que no admitirán, rodeados de poder y privilegios, aunque a veces, por ese apresuramiento que da el miedo, les sale el tiro por la culata, como el asalto a la AN que, de tratar de ser una explosión atemorizante, se convirtió en indignación y rechazo mundial.

Afortunadamente pocos sostienen la perversa teoría de olvidar, perdonar crímenes, corrupción y abusos contra los derechos humanos. La mayoría decente no acepta semejante ultraje, establecerá y personalizará culpas con garantías de justicia, sin venganza ni impunidad.

Contradicciones, incoherencias, manipulaciones, demagogia e intereses particulares partidistas indican que nos enrumbamos hacia la instalación de la ANC y, cuando 545 maduristas se juramenten, tendrán en sus manos la patria, someterán a la amplia mayoría a una minoría. El mensaje de paz es sumisión y humillación.

¿Cómo desactivar el evento que destruirá lo que queda de país?

Respuesta sencilla, a la vez compleja, iniciar un proceso de negociación para la transición, la razón política lógica lo indica. No un relevo consensuado o violento, que no se desea. Pensar en un pacto como lo conciben quienes acostumbran a esconderse en la oscuridad es inviable, la mayoría jamás lo apoyaría. Quizás por ello la decisión de otorgar casa por cárcel a Leopoldo López, que pudiera representar la oportunidad a una negociación para mejorar las posibilidades de solución al conflicto que amenaza la estabilidad del país y su deteriorada economía

No hay disposición para pactar. La sociedad se opone, lo critica y comienza a repudiarlos. La oposición siente que tiene al gobierno contra la pared y que podría provocar una salida que en el pasado abandonó, costándole la libertad a Leopoldo López –el más emblemático de los presos políticos, pero no el único–, la vida y tortura a muchos, y el exilio a otros. El régimen está convencido de que la ANC será su salvavidas protector, prescindirá del Ministerio Público y el Parlamento que hoy le son incómodos, prescribiendo un Estado comunal. Es decir, comunista reproduciendo el sistema cubano.

No puede haber acuerdo secreto. Lo único aceptable sería una negociación con principios éticos anteponiendo el interés nacional y, sobre todo, pública, a la luz del día, tras el fracaso del diálogo a finales del año pasado. Debe ser entendida en esos términos, una negociación para la transición hacia un nuevo gobierno, no un diálogo.

Los organismos internacionales y el Vaticano son claves para negociar y concretar, un grupo de países amigos con gente de prestigio nacional e internacional que funcionen como mediadores, para construir una agenda con un solo interés: Venezuela. En esas condiciones la negociación será exitosa. O el triunfo no sonreirá.

La oposición apostó por la presión sobre el gobierno en la calle y la comunidad internacional. Consiguió generar fracturas internas entre el madurismo, chavistas moderados y otros que se han pronunciado contra la visión del gobierno.

La oposición es diversa, dispersa, hay quienes desean la renuncia, otros apuestan por elecciones anticipadas, algunos manejan la tesis de ir poco a poco copando espacios; la razón: no tiene la fortaleza para sacarlo, ni la unidad para negociar, aunque todo parece cambiar hacia ese escenario. El gobierno está entrampado, no tiene alternativa, solo permanecer en el poder, es cuestión de supervivencia.

Venezuela recorre la peligrosa ruta de la anarquía, con trancas cada día más grandes, no solo en la clase media, sino en los sectores menos favorecidos. Lo delicado y comprometido es que, si el gobierno no da señales de negociar y se aferra tontamente a la constituyente, los venezolanos tendremos el triste privilegio de vivir una situación que una vez que comienza, es muy difícil que el Estado y mucho menos la dirigencia opositora controlen. La tragedia tiene fecha y Venezuela resiste.




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