Cuando Caracas paso de ser “la sucursal del cielo a la del infierno”


      “El desorden almuerza con la abundancia, cena con la pobreza y se acuesta con la muerte”, así reflexionaba Benjamín Franklin y podríamos relacionarlo con lo que sucedió en Venezuela un 27 y 28 de febrero de 1989, donde el pueblo producto de los errores políticos de la clase dirigente, se desordenó en las calles, con el estómago lleno de pobreza y terminando en una fosa común mientras otros lloraban el porque de tantas muertes.

La Venezuela de los años ´80 era una singular caricatura donde se nos repetía hasta la saciedad que éramos la democracia más estable de la región, que éramos ejemplo de civismo en el mundo, y que nuestro sistema democrático era referencia en el llamado “Tercer Mundo”.

Y digo caricatura, porque algunos sencillamente nos entreteníamos pensando en que la nación iba por buen camino, cuando sin embargo el abismo estaba más cerca de lo esperado.

Empezaba Febrero con cambio de gobierno y nuevas medidas económicas

Después de la coronación en el teatro Teresa Carreño, el líder “que si camina” despertaba de la celebración observando que el país necesitaba urgentemente aplicar medidas económicas y que el único que nos podría ayudar era el discutido FMI, el cual ya había dado su “fraternal” apoyo a Brasil y Argentina, llevándolos a una situación de violencia exactamente igual a la vivida en Caracas el 27F.

Sólo transcurrieron semanas desde aquel dantesco y caricaturesco acto de opulencia, cuando el Presidente Carlos Andrés Pérez anunciaba al país una serie de medidas económicas necesarias para poder llegar a una estabilidad necesaria.

Pero sólo el hecho de aumentar la gasolina generaría un aumento de prácticamente todos los sectores de la economía, y en especial aquel tan sensible como el pasaje urbano y extraurbano.

Como buen derivado del petróleo, inflamable y combustible, la gasolina prendió a la sociedad que aún se dormía por los cantos de arrullo que los actores políticos de la época le suministraban a la población, como una suerte de somnífero que adormitaba la conciencia y manipulaba la realidad de un país que se sumía en una profunda crisis económica que traería un estallido social inimaginable.

Un lunes donde los rayos del sol dejaron de verse por el humo de los disturbios

El Lunes 27 de febrero el pueblo se despertaba viendo como los transportistas serían los primeros en afrontar las consecuencias del “paquetazo del FMI”, al subir los precios de los pasajes y generar una situación de estupor en una sociedad que cada día más le costaba sobrevivir en la Venezuela democrática.

Guarenas iniciaba los disturbios en contra del aumento del pasaje que se expandían por toda Caracas y también a otras entidades del país.

Caracas amanecía soleada y tranquila, como cualquier día de Febrero donde la gente ya empezaba a preguntarse que disfraz comprar para los niños que irían a caminar por el paseo los Próceres o Sabana Grande, a jugar con papelillo y serpentinas por unas calles que sin embargo en pocas horas se cubrirían de escombros, basura, sangre y muerte.

Sin embargo se mezcló la necesidad con el vandalismo, ya que muchos aprovecharon de saquear lugares donde precisamente no había comida. Quemar propiedades que simbolizaban muchos años de esfuerzo y trabajo, y cargar grandes neveras, televisores y equipos de sonido para vivir con las comodidades que la eterna publicidad presentaba a la sociedad de entonces, donde solo un pequeño grupo podía acceder a esos bienes y servicios.

Y todo fue un efecto en cadena: la gente bajaba de los cerros, de los edificios, de cualquier lado para unirse a esa gran masa amorfa que corría de un lado al otro con el objeto de decirle al gobierno que ya había despertado de la novela llamada “prosperidad”, y que ahora pasaba a la “realidad” de un país que se terminaba de emparentar con el temible y nefasto escenario económico al que nos obligaba el FMI para poder ayudar a Venezuela.

Las escenas que se observaban en las calles eran inéditas: policías reprimiendo con todo lo que tenían a personas que de manera determinada los enfrentaban sin miedo a las armas, y que en algunos casos esos mismos policías se veían superados en número por la avalancha de ciudadanos que con piedras, palos y consignas rodeaban los negocios y centros comerciales como el desaparecido “Anauco” en San Bernardino, para saquear y quemar todo aquello que a su paso estaba.

Parecía en los primeros momentos una demostración de fuerza, donde en cada calle y avenida de Caracas y de otras ciudades, la gente quemaba unidades de transporte público ante la mirada atónita de curiosos y autoridades que no podían contener a ese pueblo enardecido.

Las imágenes se transmitían por televisión y eso de alguna manera lograba causar un efecto multiplicador en otras ciudades que aún se mantenían impactadas por lo que ocurría en la capital de la República.

Nadie hablaba de fallecidos, pero la gente sabía que las cosas iban de mal en peor, porque se le otorgaba a las Fuerzas Armadas la tarea de orden público a la cual no estaban acostumbradas y que de hecho traería un baño de sangre porque mientras la gente lanzaba piedras, ellos disparaban sus mortíferos FAL que acababan con la vida de miles de personas, aunque la versión oficial era “solo de 336 muertos”.

Fue esa aparición del componente militar la que de alguna manera aumentó el nivel de represión exagerada, mientras algunos canales transmitían en vivo todo lo que pasaba en las calles y se empezaban a filtrar escenas que muchas personas jamás olvidarán.

El entonces ministro de defensa Itallo del Valle Alliegro hablaba al país llamando a la calma e indicando que el componente militar tomaría el control del orden público, pero sin duda la imagen que pasará a la historia es la del entonces ministro de interiores, Alejandro Izaguirre, el cual con voz resquebrajada y preso de los nervios no podía culminar la alocución y demostraba que no había control real de la situación.

Ya cuando aparecía la oscura noche en el valle de Caracas, era fácilmente ver columnas de humo negro en distintas partes de la ciudad, mezclada con el olor a bombas lagrimógenas que cada vez más obligaban a la población a agarrar “un pañito con vinagre” para paliar los efectos de los mismos.

Pero pese a todo ese ambiente lleno de desolación, aún faltaba por vivir otra jornada más de violencia, sumado a la suspensión de garantías constitucionales y la implementación de un toque de queda desde las 6pm hasta las 6am donde ningún ciudadano podía salir de su hogar sin un salvoconducto que lo identificara como miembro de algún cuerpo de seguridad o médico.

24 horas más de violencia y un país en total incertidumbre

El martes 28 de febrero no fue muy diferente al día anterior. Las escenas de violencia continuaban, y se comenzaban a evidenciar las atrocidades que se habían producido para tratar de controlar las protestas en las calles.

Los medios de comunicación comenzaron a mandar mensajes de calma para que la población retornara a sus hogares, mientras los actores políticos del gobierno de CAP se movían como unos “pesos plumas” para tratar de contener la revuelta social que se había escapado de las manos y que solo se pudo recurrir a las armas de guerra para tratar de frenar la violencia generalizada.

Pero las consecuencias para la población civil con respecto a la utilización de armas de guerra para reprimirlos por parte de las Fuerzas Armadas ya era evidente ya que había un colapso de los centros de atención médica por la cantidad de heridos y fallecidos que se encontraron en las calles, en los negocios saqueados y hasta en las residencias.

Mucha fue la gente que falleció por estar saqueando, pero otros tantos inocentes que fueron alcanzados por balas perdidas, o por municiones disparadas con toda la intención por parte de los cuerpos de seguridad del Estado, colmaban las listas de los diferentes hospitales donde miles de personas se abalanzaban a sus salas de emergencia a ver si su familiar estaba allí.

La nación lloraba, así como las miles de personas que perdían a un ser querido por esa mezcla de rencor y desigualdad que producían las malas medidas económicas aplicadas en nuestro país y que a muchos de ellos llevó a saquear y tomar lo que el gobierno no les garantizaba, así como otros que sencillamente estaban en el momento y lugar de trayectoria donde una bala que supuestamente era para defender a los venezolanos, se convertía en instrumento de su propia muerte, de su propia destrucción.

Nunca se sabrá exactamente cuantas personas fallecieron en esos tristes episodios de la historia contemporánea de nuestro país. Nunca podremos saber porque murieron, si fue una bala amiga o enemiga la que al final le quito la vida a tantos venezolanos. Nunca podremos saber cuantos “anónimos” fueron enterrados en otros sitios parecidos a “La Peste” en el cementerio general del sur y que aún siguen desaparecidos.

Lo que si sabremos y perdurará por las generaciones futuras es que estos hechos partieron la historia de la Venezuela irreal en la Venezuela de carne y hueso que esta personificada en miles de venezolanos que buscan el pan para sobrevivir en nuestro complicado país.

Germán Saltrón, agente de DD HH nos da sus impresiones sobre el 27 y 28 de Febrero

“Para entender la gravedad de la masacre de lo vivido en el 27 y 28 de febrero de 1989, debemos compararla con lo ocurrido en el Bogotazo en Colombia“, dijo Germán Saltrón, agente de Estado para los DD HH Venezuela ante los organismos internacionales

Saltrón destacó que “CAP había prometido volver a la Venezuela de la bonanza de los años 70, pero sin embargo aplicó un plan económico sustentado por las políticas que promovía el FMI, y generó un aumento en los alimentos, el transporte y las condiciones de vida se esfumaron”.

“Lo peor que pudo haber pasado es la utilización de la FF AA para reprimir a la
población,
lo cual generó una represión exagerada”, dijo Saltrón.

Con respecto a las víctimas que se calcula hayan fallecido, Saltrón señaló que: “más de 1500 personas estimamos que fallecieron en esos lamentables sucesos”.

“Pese a que hubo un escenario de muerte, aquello paso desapercibido para algunos sectores como la iglesia y el sector económico de la época, que solo estaban interesados en defender sus intereses”, enfatizó el especialista.

Saltrón concluyó que “las causas que generaron el 27 y 28 de febrero no están presentes actualmente, ya que los niveles de pobreza y desempleo han bajado y las políticas públicas actuales van enfocadas hacia el pueblo, y antes del presidente Chavez, esas políticas publicas eran para satisfacer a los grandes capitales”.

fuentes:

http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scp/Julio/317-29710-2010-A10-201.html

http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/Seriec_58_esp.pdf




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