El Bolívar de Gil de Castro regresa a la Asamblea


Oliver Blanco, director de Comunicaciones Estratégicas y Relaciones Institucionales de la Asamblea Nacional, publicó en su cuenta en la red social Twitter la nueva imagen que tiene la Asamblea Nacional

Oliver Blanco, director de Comunicaciones Estratégicas y Relaciones Institucionales de la Asamblea Nacional, publicó en su cuenta en la red social Twitter la nueva imagen que tiene la Asamblea Nacional.

El cambio llega luego de que a inicios de la semana Henry Ramos Allup, presidente del Parlamento, ordenara quitar todos los cuadros del fallecido presidente Hugo Chávez y del «Bolívar computarizado» que se usa desde 2012.

José Gil de Castro, conocido como «el mulato Gil de Castro» (Lima, Perú, 1 de septiembre de 1785 – 1841), fue un destacado pintor peruano, considerado un artista de transición, entre la Colonia y la República.

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Sobre el Cuadro de Bolívar:

Fechado en 1825, este óleo sobre tela mide 208 x 134 cm y forma parte de la Colección Casa de la Libertad, en Sucre. En el anverso tiene la siguiente inscripción: “En Lima, Por Gil”. Se trata de un regalo del Libertador a Sir Robert Thomas Wilson y fue enviado con el general Guillermo Miller, según una carta fechada en Potosí el 29 de octubre de 1825. En 1840 sería ofrecido por su hijo, Belford Hinton Wilson, a la república de Bolivia y fue entregado al Congreso por el presidente José Ballivián para ser colocado en la sala de sesiones de la Soberana Convención Nacional de Bolivia en 1842.

Según explica la investigadora argentina Laura Malosetti, José Gil de Castro recibió el encargo de un retrato de cuerpo entero del Libertador luego de haber pintado una serie de bustos a partir de versiones anteriores. Pero esta vez es muy probable que haya tenido el modelo a la vista, del que hizo dos versiones casi idénticas. “Una tercera, con diferencias en la composición, le fue encargada un poco más tarde para el salón de recepciones del Palacio de Gobierno de Lima”, señala la doctora en Historia del Arte.

“Esta nueva serie corresponde al momento de mayor acumulación de poder y más ambiciosos proyectos políticos de Bolívar, quien imaginaba entonces la Gran Colombia unificada bajo su tutela vitalicia, en el marco de una impresionante campaña de exaltación de su imagen que se tradujo en la multiplicación de retratos y diversas disposiciones respecto de su exhibición en las nuevas sedes gubernamentales, acuñación de monedas en su honor, obsequios principescos, honras y procesiones de su efigie bajo palio en fiestas y celebraciones públicas en las actuales naciones de Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela y hasta en la Argentina. Fue también el comienzo de intrigas y conspiraciones en su contra por parte de antiguos aliados como Francisco de Paula Santander, que culminarían en el atentado fallido contra su vida en Bogotá el 25 de setiembre de 1828”.

Aunque se ha discutido mucho sobre la fecha de ejecución de estos cuadros, Malosetti afirma que “ésta debe ubicarse entre el 3 de octubre de 1825, cuando Bolívar recibió el obsequio de la espada y el uniforme del Perú, y el 10 de agosto de 1826, cuando envió el retrato a su hermana María Antonia en Caracas con Antonio Leocadio Guzmán. Otro tema igualmente debatido es el momento en que el Libertador se afeitó los bigotes, cosa que, según O’Leary, habría tenido lugar precisamente en octubre de 1825. Boulton dedicó buena parte de su minucioso análisis de estos cuadros a demostrar que la primera versión del retrato, con el modelo a la vista del pintor, es el de Caracas (aunque Bolívar envió la otra versión a Sir Robert Wilson unos meses antes).

Para sostener su argumento se basaba en el análisis de la pincelada y detalles en el tratamiento del rostro, el cabello, el lóbulo de las orejas, entre otros . Sin embargo, encuentra que el tamaño y posición en la tela de ambas figuras es idéntica, por lo que concluye que ambos fueron pintados calcando uno del otro antes de ser retirados del taller. Carbonell, por su parte, encuentra en la correspondencia del coronel Juan José Santana, secretario y amanuense de Bolívar, indicios de que, efectivamente, el retrato que fue enviado a Londres habría sido encargado a Gil a partir de uno previo (el que luego enviaría a Caracas)”.

Por otro lado, la experta escribe: “Todo indica que Bolívar tuvo un interés particular en estos retratos, encargados al pintor que había regresado a Lima reconocido como el primer retratista de San Martín, O’Higgins y los oficiales del Ejército de los Andes, entre ellos Guillermo Miller, quien tal vez le haya asesorado en ese sentido. Resulta plausible, entonces, que en el marco de la instrumentación del culto a su imagen, Bolívar haya tenido una activa participación en las decisiones del pintor respecto a cada uno de los detalles de estos retratos, que podrían calificarse de estratégicos dados su destino y la inflexión que introducen respecto a todas sus representaciones anteriores.

En general, el cambio apunta a un despojamiento de la composición, en la que la figura del Libertador se magnifica aislada sobre un amplio fondo neutro. Es notable la ausencia de inscripciones y leyendas (aún cuando no sabemos si en el reverso hubiera alguna debajo del reentelado). Hasta la firma de Gil de Castro, siempre larga y elaborada, aparece aquí por única vez con una fórmula mínima: ‘En Lima: por Gil’. El uniforme obsequiado por el Perú también aparece modificado y simplificado”.

Además, apunta que “el rostro rasurado aliviana la expresión severa de los retratos anteriores con una media sonrisa apenas esbozada, y el peinado a la moda llamado coup de vent contribuye a brindar un aspecto en general más moderno y cosmopolita. Hay una deliberada ambigüedad en todos los elementos que componen la imagen del Libertador: la espada enfundada que sostiene en su mano izquierda se encuentra cortada por el marco en ambas versiones y están ocultos también la empuñadura y cazoleta, de modo que no sea identificable más que por aproximación con la espada del Perú”.

Dicha ambigüedad “parece deliberadamente orientada a evitar una excesiva identificación de su retrato con el Perú para aludir genéricamente a otras espadas simbólicas que le habían sido obsequiadas en Bolivia, Colombia y Venezuela . Tampoco luce Bolívar en el pecho ninguna de las medallas, varias de las cuales se había otorgado él mismo”.

Malosetti tiene otra observación muy interesante: “Ese piso, rematado por un zócalo de madera simulado en el primer plano donde se ubica la firma del artista, es un elemento destacado en el conjunto (ocupa casi un tercio del fondo), por lo que difícilmente haya sido elegido al azar en una composición tan controlada. Si bien ningún comentario del cuadro lo señala, es plausible que ese elemento no fuera solo una ambigua indicación espacial para dar profundidad al espacio, sino que tuviera la intención de vincular –de un modo también ambiguo– el retrato con la masonería, aludiendo al mosaico tradicional del pavimento de la logia.

Si bien el involucramiento temprano de Bolívar con la masonería en París se encuentra documentado, su decisión de prohibir las sociedades secretas en 1828 –tras el fracaso de la convención de Ocaña y el atentado contra su vida en Bogotá en setiembre de ese año– suscitó una discusión aún irresuelta acerca del alcance de ese vínculo. La Gran Logia de Venezuela había sido fundada el 24 de junio de 1824 . Poco antes, el nombre de Bolívar figura en un documento según el cual le habría sido otorgado en Caracas el grado trigésimo tercero en abril de 1824”. Sin embargo, esas logias secretas que habían florecido durante la Independencia, en 1825 “se vieron involucradas en el debate público respecto de las formas de gobierno de las nuevas formaciones políticas”.

De otro lado, el cuadro de Gil fue enviado por el Libertador a una Venezuela en la que, según expresaba de manera secreta en una carta a Santander escrita desde Magdalena en 1826, varios grupos le estaban proponiendo proyectos napoleónicos: “Este plan me ofende más que todas las injurias de mis enemigos, pues él me supone de una ambición vulgar y de una alma infame capaz de igualarse a la de Iturbide y esos otros miserables usurpadores. Según esos señores, nadie puede ser grande, sino a la manera de Alejandro, César y Napoleón. Yo quiero superarlos a todos en desprendimiento, ya que no puedo igualarlos en hazañas. Mi ejemplo puede servir de algo a mi patria misma, pues la moderación del primer jefe cundirá en los últimos y mi vida será su regla. El pueblo me adorará y yo seré la arca de su alianza”.
fuente.http://elcomercio.pe/gil-de-castro/cuadros/




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