Hoy se cumple un año del accidente de Conviasa


   Cuando Ángel Zerpa Andara (19) escuchó la voz temblorosa y entrecortada de la azafata, a través del intercomunicador, sintió un escalofrío que sólo lo compartió con su madre, Isabel, a quien llevaba a un lado en la octava fila del ala derecha, en el vuelo 2350 de Conviasa, el que cayó hace un año a tierra y dejó 17 muertos en el estado Bolívar, informa La Verdad.

Regresaba de Margarita con su familia y unos amigos y eran las 9.53 de la mañana del 13 de septiembre del año pasado cuando se aferró al cinturón de seguridad. Sentía movimientos bruscos y bajones en el vuelo y, aunque esa voz misteriosa y palpitante aseguraba que estaban a punto de aterrizar en el aeropuerto Manuel Piar del Puerto Ordaz, desde la ventana sólo veía piezas de hierro que se asemejaban a un taller abandonado. Volteó por un momento, para ver a su amigo, quien viajaba con su esposa y sus hijos y de inmediato cerró lo ojos en el momento en que un terrible golpe provocó el pánico y el terror hacia su presencia dentro del avión ATR-42.

Fueron segundos. Cuando abrió los ojos notó algunos cadáveres a su lado, llamas en la puerta de la nave. Escuchaba quejidos forzados y olía la combustión de la gasolina. Vio a su madre, a su lado, con los brazos rotos, la ropa ensangrentada y la mirada perdida. Entonces se lanzó al suelo y la obligó a mirar hacia abajo, mientras gateaban hacia el único punto desde donde se veía la luz: el gigante orificio que sufrió el avión de una de las alas, la posible causa de muerte de varios pasajeros.

La tragedia del vuelo Margarita-estado Bolívar fue la peor catástrofe aérea que se registró el año pasado. La nave salió con media hora de retraso del aeropuerto Santiago Mariño, en Porlamar, y algunos de sus 47 pasajeros sufrió los nervios que provocan los primeros viajes en avión. En la punta del ATR, tres tripulantes esperaban por salir de la isla y consumar las 25 mil horas de vuelo que tenía aquella nave de un poco más de 16 años de construcción.

Oscar Crespo fue uno de los pocos obreros de la Siderúrgica del Orinoco que dio su nombre a medios locales. Estaba cerca de la puerta cuatro de uno de los galpones de desechos de Sidor cuando sintió un fuerte temblor.

Al asomarse por la puerta vio un avión en el patio. Estaba en llamas y mostraba un gran hueco en el medio, cerca de la puerta de emergencia. Vio salir a un joven que mostraba señales de estar herido y que a la vez ayudaba a escapar a una mujer ensangrentada. Crespo corrió.

Cuando llegó a la puerta ya Ángel había salido con su madre. Él se aferró a una mujer con una niña en brazos y se esforzó en sacar a una joven que llevaba uniforme de la aerolínea. Seguía con la voz temblorosa y entrecortada, pero ahora con lágrimas en los ojos y expresiones de terror en sus ojos. Era Daniela Penique, la azafata, única tripulante que sobrevivió.

Cuando Ángel corrió a uno de los techos de la siderúrgica, vio cómo decenas de obreros corrían al avión para sacar a los heridos. Aún no era las 10.30 de la mañana y ya habían sacado 36 personas de las 51 que ocupaban el aparato. Los héroes anónimos llevaban extintores de fuego, agua, palos y desechos de los que se habían desperdigado con el aterrizaje de emergencia. Sacaron, poco a poco, otros cuerpos quemados que ya no mostraban señales de vida y mantuvieron, por más de dos horas, las esperanzas vivas de que sus esfuerzos no fueron en vano.

Ángel es marabino y tiene más de cuatro años en el estado Bolívar. Cuando estuvo afuera, a salvo, llamó a su tío y le avisó lo sucedido. Su familiar corrió a los hospitales y encontró entre la lista de muertos el nombre de su hermana, Isabel, la madre de Ángel. Él, vivo y desesperado, confirmaba que su amigo, junto con su esposa y sus hijos, estaban muertos.

Héroes

Como Ángel hay otros 34 sobrevivientes que dan las gracias a los obreros de Sidor y al capitán de la nave. Ramiro Cárdenas, experimentado piloto comercial nacido en Margarita, arriesgó su vida en un aterrizaje forzoso para salvar a algunos y evitar una tragedia total.

Más tarde los obreros de Sidor, inexpertos, penetraron los restos del avión para sacar cadáveres y supervivientes. De los 37 heridos, dos murieron un día después. Los otros 35 pueden alardear de salir con leves quemaduras de un accidente aéreo. Otros lamentan no morir con sus seres queridos. Otros, como hoy en día, serán recordados por sus familiares.

Aterrizaje

La nave ATR-42 aterrizó de emergencia a dos kilómetros del portón cuatro de uno de los galpones de Sidor y a diez kilómetros del aeropuerto local. El capitán, que no advirtió a los pasajeros, pidió ambulancias y todo el equipo de rescate a la empresa siderúrgica.

Días de duelo

La tragedia aérea de 2010 provocó tres días de duelo a nivel nacional. Francisco Rangel Gómez, gobernador del estado Bolívar, hizo lo propio en su región. Conviasa emitió un comunicado a todos los familiares de las víctimas fatales y el Ministerio Público comisionó a un fiscal nacional para investigar las causas del accidente.




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