El sentido común de toda persona preparada o no, mayor o joven, pudiera palpar la realidad tan aciaga, sobremanera, que hoy día se vive por toda Venezuela: violación de los DD HH, represión desmedida, sistemática, atroz y cruel ante un pueblo noble, indefenso y corajudo que solo exige cumplimiento taxativo de su constitución, la cual el desgobierno chavavista-madurista pretende modificar, caprichosa y arbitrariamente, mediante una Asamblea Nacional Constituyente que ninguna persona o pueblo alguno ha solicitado, ya que su objetivo es muy personalista, al estilo de otros hombres que han ocupado la presidencia de la República, tal y como fuese el caso de los hombres del paecismo (1830-1848); del guzmancismo (1870-1877). Y, muy posteriormente, los del gomecismo (1908-1935), con la grandísima diferencia de la preparación intelectual de algunos de sus ministros, como por ejemplo: el doctor Santos Michelena, canciller negociador; José María Vargas, galeno eminente, así como el nombramiento de otros ministros de la talla del doctor Román Cárdenas, quien organizase la Hacienda Pública Nacional.
Hoy, dignos de compasión, el desgobierno se vanagloria ante la honorable OEA por la victoria pírrica que le propiciaran Petrocaribe y Cuba, en virtud de su “generosidad”. Mientras EE UU exige “acciones” ante el naufragio institucional venezolano y hasta Justice International redobla su trabajo por la restitución de la democracia en Venezuela, cuya dictadura se corrobora la tarde del jueves 22/6, cuando GNB/PNB reprimieran, desproporcionadamente, en diferentes puntos del este de Caracas, a manifestantes pacíficos quienes deseaban llegar al Ministerio Público, a objeto de consignar documentos en demanda de derechos y garantías previstas en la legislación constitucional. Simultáneamente, algo similar ocurre por la ciudad de Mérida.
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