Los venezolanos padecemos, hoy por hoy, el sinsabor de las restricciones a la disponibilidad de efectivo de nuestros haberes en cuentas bancarias, salvo las de pensión del IVSS, cuyo monto total podría retirarse desde el mismo día de pago, sorprendente acción en un país con una espiral inflacionaria sobre el 130 % y con proyección de un 2349,3 % para el 2018, según el FMI, no nos explicamos como allá donde la oferta de moneda se ha desbocado (chichero o menudeo)y el dinero ha llegado a valer hasta muchísimo menos que el papel sobre el cual está impreso, exista carestía de efectivo. Sin embargo, no es una contradicción que esa oferta descabellada coexista con una demanda insatisfecha, ya que la hiperinflación no solo se caracteriza por la emisión de dinero inorgánico, sino, sobre todo, por la expectativa del valor del dinero (poder adquisitivo) que se esfumará aceleradamente. Las causas de tal degradación podrían ser múltiples, pero la esencial estriba en que la demanda del dinero como activo financiero desaparece. Por tanto, ahora los agentes económicos prefieren optar por la inversión en otros activos financieros sin valor nominal permanente, como por ejemplo: las acciones y los bienes raíces).Y, el atesoramiento deja de hacerse en dinero y pasa a efectuarse en otros bienes o activos (de hecho, muchos productores optan por consumir su producción en lugar de llevarla al mercado para intercambiarla por un dinero cuyo valor se diluye a diario.
[the_ad id=»217728″]
Aun cuando la demanda en dinero como activo financiero desaparezca, no significa que nadie vaya a necesitarlo. El intercambio de bienes continuará mediante el dinero o demanda de dinero con motivo de transacción: venta de bienes o activos, a objeto de adquirir, rápidamente, lo que se necesite.
Nota: por los costos de reposición que implica, el efectivo tiende a desaparecer; de hecho, en la comunidad europea y sureste asiático ha sido eliminado y todo pago se efectúa mediante tarjetas o trueque.