José Domingo Blanco: Dos Caminos


“Aquí solo hay dos caminos”, dice el profesor Oscar Valles convencido: “1) Desobedecer la Constitución como lo hacen ellos, o 2) Desobedecerlos a ellos como manda la Constitución”. Dos opciones contundentes que no dejan espacio para medias tintas o grises. O negro o blanco. O A o B. Pero, eso sí: nada de correr la arruga en este momento crucial en el que en Venezuela todas las instituciones del Estado están a merced del régimen y la Asamblea Legislativa –de mayoría opositora– atada de pies y manos “gracias” a las sentencias del TSJ.

Por eso no ha dado resultado el diálogo entre el desgobierno y una de las dirigencias opositoras. Porque los acercamientos entre ambos bandos solo sirvieron para oxigenar a un régimen que estaba mellado y golpeado. Y dejar a esa oposición que participó, confundida, desorientada, y a sus integrantes, halando a cada quien por su lado. Y al final, los únicos perjudicados seguimos siendo los venezolanos que nos encontramos en medio de estos dos polos –MUD y PSUV– de los que cada vez, más a menudo, creo que se hacen el juego y cogobiernan solo para su beneficio. ¿Y cuál es el resultado? Que ha transcurrido un año desde que obtuvimos la mayoría en la Asamblea y Maduro sigue atornillado al cargo, el Tribunal Supremo de Justicia, revocando todas las decisiones que toman los diputados y los ciudadanos desesperanzados porque no vemos soluciones, a esta penosa situación, en el corto plazo.

Por eso las dos opciones de Valles. Porque las intervenciones divinas –como la que tuvo el Vaticano– o las amenazas intermitentes de Almagro –de aplicar la Carta Interamericana Democrática– son salidas que dependen de otros, de foráneos, a quienes Venezuela no les duele tanto como a nosotros, los que vivimos aquí y sufrimos, día a día, las consecuencias de las decisiones gubernamentales, sus malas estrategias y las buenas intenciones de nuestros diputados opositores que se quedan ahí: tan solo en buenas intenciones.

Es verdad que este régimen demuestra a diario el uso que les da a las hojas de la Constitución. Es verdad que es muy fácil ser revolucionario, comunista, socialista y chavista cuando, gracias a este régimen, se tiene acceso a unas riquezas nunca imaginadas, que se derrochan como si no hubiese venezolanos muriendo de hambre o de mengua. Es verdad que este desgobierno se ha encargado de sembrar el miedo y amenazar a quienes se le opongan. Pero también es verdad que somos mayoría los que disentimos. Y la Constitución establece lo que debemos hacer para poner freno a los abusos desmedidos de este poder tóxico que está aniquilando a nuestra nación.

El chavismo/madurismo se afana en buscar caminos que los perpetúe en el poder. Y, aunque a muchos les moleste escucharlo, la dirigencia opositora le sirve “la mesa” para que esto ocurra. Y cuando el régimen no halla el sendero, abren trochas que no son más que reinterpretaciones rebuscadas de las reglas del juego político planteadas claramente en la carta magna. Y la dirigencia opositora hace una pausa y habla de rediseño, de darle un vuelco a la hoja de ruta. La ambición excesiva del régimen lo ha llevado, en más oportunidades de las que uno cree, a perder cohesión y fuerza entre sus propios integrantes. Con la suerte para ellos de que esa oposición que, en teoría nos representa, les da el pegamento que sigue fortaleciéndolos y atornillándolos en el poder… Muchos anhelamos un resquebrajamiento. Un viraje en la conducción del país. ¡Otra opción!…: la desesperación nos lleva a rogar por una fractura en las filas del régimen y una buena sacudida en la dirigencia opositora que, cuanto antes, nos reflote.

No podemos seguir esperando el milagro de Almagro. Ni el maquillaje que se está dando la MUD para intentar reconectarse con las aspiraciones de un segmento cada vez más numeroso de la población que no comulga con las políticas de este régimen. No podemos permitir que este año sea más de lo mismo. No podemos permitir que este año sea como 2016: que lo arrancamos esperanzados y eufóricos porque habíamos logrado un cambio de fuerza en la Asamblea y de pronto, sin razón aparente, nos deshincharon el entusiasmo.

Porque ya no tenemos tiempo para que la MUD vuelva a hablarnos de referendo revocatorio, ni de enmienda constitucional, ni de Asamblea Nacional Constituyente de manera no genuina. El tiempo está pasando y mientras no se produzcan los cambios, tanto el oficialismo como la oposición seguirán arrastrando a la muerte o al exilio a cientos de venezolanos. Porque tiene mucha razón mi admirada colega Marianela Salazar cuando asegura en su artículo: “Se le acabo el tiempo a esa dirigencia opositora que nos quitó los ánimos esperanzados y alegres que habían llegado a su clímax el día que anunciaron la hoja de ruta para salir constitucionalmente del régimen; pero, de inmediato, de forma inexplicable, por colaboracionistas o por pura cobardía, metieron un tremendo frenazo y desmovilizaron en seco a esa gran mayoría de ciudadanos dispuestos a acompañarlos”.

A todas estas, mientras la dirigencia opositora y el oficialismo negocian sus tajadas de poder y practican sus acompasados pasos de baile, el que sigue ganando la partida, y se ve cada vez más fortalecido, es el “partido” militar porque, como dice la vieja consigna: “es mucho más fácil militarizar a los civiles que civilizar a los militares”.




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