La boda de Guillermo y Kate pone en jaque a la policía británica

   La boda del príncipe Guillermo con Kate Middleton es un quebradero de cabeza para Scotland Yard, que debe lidiar al mismo tiempo con una amenaza terrorista elevada y el temor a una repetición de la violencia que se registró en el centro de la capital a finales de marzo.Como explica el cronista real Rob Jobson, que conoce bien los entresijos de la protección de la familia real de los que habla en un libro coescrito con el ex guardaespaldas de la princesa Diana, el 29 de abril será «un enorme acontecimiento en términos de seguridad». Y las autoridades, que se preparan desde hace meses, han previsto un dispositivo impresionante.

«El SO14, la sección (policial) formada para la protección de la familia real, se encargará de la seguridad personal» de la joven pareja, con «cuatro guardaespaldas que vigilarán a Kate, y otros cuatro que velarán sobre Guillermo», explica.

Además, «habrá agentes de paisano mezclados con la muchedumbre, y tiradores de élite apostados en los tejados» a lo largo del recorrido de la comitiva real. Un inmenso perímetro que abarcará los lugares de la ceremonia estará cerrado a la circulación desde el alba.

Pero la tarea de las fuerzas del orden será complicada debido a una confluencia poco habitual de amenazas.

Varios grupos, desde Al Qaida hasta los grupúsculos republicanos norirlandeses, podrían querer aprovechar este acontecimiento que reunirá a numerosas personalidades británicas y extranjeras, y una multitud de curiosos y turistas apostados a lo largo de una ruta de varios kilómetros.

El nivel de alerta terrorista se sitúa actualmente en «severo» en el Reino Unido (el segundo más alto de una escala de cinco niveles), lo que significa que un atentado es «altamente probable».

Pero las autoridades temen también que los grupos de jóvenes violentos que atacaron los escaparates de tiendas y bancos durante una importante manifestación sindical el 26 de marzo, salgan a aguar la fiesta.

Centenares de personas opuestas al plan de austeridad del gobierno, muchas de ellas vinculadas con movimientos anarquistas, atacaron ese día lugares emblemáticos de los barrios más turísticos de la capital, como el hotel Ritz y el célebre gran almacén Fortnum & Mason.

Esos actos de violencia provocaron una gran polémica en el país.

La policía ya había sido acusada a finales del año pasado tras los graves incidentes que empañaron las manifestaciones de estudiantes. La sede del partido conservador fue saqueada, y los manifestantes atacaron un Rolls Royce en el que viajaban el príncipe Carlos y a su esposa Camila.

El comandante Bob Broadhurst, encargado del mantenimiento del orden en la capital, aseguró que la policía no dudaría en ejercer ampliamente los poderes que generalmente es reacia a utilizar, como los controles de identidad o los registros personales.

En otra señal del nerviosismo de las autoridades, el gobierno acaba de dispensar oportunamente a las fuerzas especiales del SAS de respetar el código de circulación alegando que deben reaccionar rápidamente en caso de atentado.

«La policía está dispuesta a utilizar todos los medios razonables para garantizar que la boda sea un éxito total, y que estos comportamientos deplorables no se reproduzcan», dijo el alcalde de Londres, Boris Johnson, irritado por los incidentes del 26 marzo.

La boda, sin embargo, es sólo un aperitivo de los desafíos que esperan a las fuerzas del orden el próximo año: además de los Juegos Olímpicos de Londres, cuyo presupuesto de seguridad ronda los 1.000 millones de euros (1.400 millones de dólares), serán puestos a prueba para el Jubileo de Diamantes, cuatro días de celebraciones nacionales con motivo del sesenta aniversario de la subida al trono de Isabel II.

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