Los lunares del proceso siguen allí, mientras crece el clamor por un cambio de rumbo


2    En su columna de hoy publicada en El Nacional, Vladimir Villegas habla sobre las actitudes de algunos militantes del PSUV, y la manera de reaccionar del presidente Chávez ante diversas situaciones.

Intuyo que cada vez que el líder acusa de traidor o desertor a quien desde hace un mes le tiene el sueño alterado, ellos no pueden evitar sentirse aludidos, porque en algún momento la conciencia les dirá que ha llegado la hora de arriesgarse a pensar en voz alta. Nadie les pide que lo hagan ahora”, dice Villegas.

“No todos en la dirección del partido rojo-rojito acompañan el tratamiento que se les da a quienes optan por poner en el tapete sus diferencias”, destacó.

Esta es la columna que publica este martes El Nacional:

Qué buena manía esa de desviar el debate hacia lo insustancial, hacia el (des)calificativo que se blande frente al argumento mejor elaborado o más sólido. Qué empeño en llamar traidores a todos aquellos que en algún momento manifiestan sus diferencias, sus descontentos o incluso sus aspiraciones.

No debe ser fácil ir a la cama todas las noches y enfrentarse a la incertidumbre con respecto a cuántos nuevos traidores o desertores habrá que incluir al día siguiente en la lista de los indeseables, de los débiles ideológicos o de los quinta columnas.

Y debe ser también terrible sentirse candidato a engrosar esos listados del miedo.

Me imagino que estas sensaciones recorren el alma de unos cuantos militantes y dirigentes de la revolución, aunque de la boca para fuera se asegure que “el que se fue no hace falta, hace falta el que vendrá”…, como cantaba el desaparecido vocalista boricua Tito Rodríguez.

Conozco desde hace muchos años a buena parte de los cuadros dirigentes del PSUV. Con algunos de ellos milité en otros partidos y movimientos, como La Causa R, el PPT e, incluso, en la Juventud Comunista. Y sé que el actual no es el mejor momento para ellos.

Intuyo que cada vez que el líder acusa de traidor o desertor a quien desde hace un mes le tiene el sueño alterado, ellos no pueden evitar sentirse aludidos, porque en algún momento la conciencia les dirá que ha llegado la hora de arriesgarse a pensar en voz alta. Nadie les pide que lo hagan ahora.

Cada quien tiene su tiempo, cada quien es responsable de hacerlo o no hacerlo. Y ambas opciones devienen en consecuencias.

No todos en la dirección del partido rojo-rojito acompañan el tratamiento que se les da a quienes optan por poner en el tapete sus diferencias.

Muchos de ellos quieren el debate, añoran un espacio para procesar con entera libertad y con espíritu crítico unas cuantas situaciones que están alterando, cuando menos, la paz de sus espíritus. Se sienten identificados con muchas de las cosas que se vienen diciendo abiertamente en el PPT y en el PCV, y también comparten algunas de las advertencias y los llamados de alerta que formula Heinz Dieterich en la entrevista que nos concediera en México.

Ellos saben en su fuero interno que no hay espacio para una discusión franca y descarnada, y que por ahora no hay otra opción que esperar hasta después del 26 de septiembre, a menos que el zapato apriete y las circunstancias obliguen a otra actitud distinta al prudencial silencio.

Mientras tanto, el malestar fluye. Las primarias ya pasaron por un colador que va dejando heridas y resentimientos en quienes no pudieron superar el veto del más alto cogollo. Un elemento más de la crisis de un modelo partidista autocrático que luce inviable, como inviable es también el andamiaje que Dieterich se niega a identificar con el socialismo del siglo XXI.

Por ahora, y con el apoyo de francotiradores verbales, devenidos en voceros cuasi oficiales de la revolución, se tapa el sol con un dedo y se le endilga el remoquete de traidor o de desertor a quien asume su responsabilidad y actúa como el brujo de la Billos que tarareaba “fuera satanás, yo digo lo que veo”… Pero ello no resuelve el problema.

Los lunares del proceso siguen allí, mientras crece el clamor por un cambio de rumbo, por la rectificación, por el diálogo, por el cese de la prepotencia y por el apego a la Constitución que el pueblo se dio en referéndum popular en 1999. El miedo y el chantaje surten cada vez menos efecto.

Cuando la conciencia apriete
VLADIMIR VILLEGAS




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