Tomada una muestra de niños comprendida entre los 7 y los 15 años y consideradas variables como edad, género y capacidad de simpatización, la investigación demuestra que los videojuegos de temática violenta pueden hacer creer al niño la idea de que ciertos tipos de violencia son aceptables:
El estudio confirmó que los niños pasan el doble de tiempo jugando a juegos violentos que las niñas y que el riesgo a una desensibilización también se duplica en consecuencia.
Vieira dictamina además que los usuarios de temprana edad acaban por considerar que el acto violento carece de consecuencias, algo que se dará en mayor medida ante casos de pobre comunicación parental o amistades poco convenientes.
¿La solución? Dice el profesor que los videojuegos, aunque no deberían dejar de reflejar esta clase de realidades, sí que necesitarían hacerlo también desde la perspectiva de las víctimas. Que no encarnemos sólo a quienes aprietan el gatillo, sino también al que recibe el balazo.