EFRAÍN RINCÓN: Ayuda humanitaria que salva vidas

EFRAÍN RINCÓNEFRAÍN RINCÓN

La profunda e inédita crisis política que experimenta Venezuela, producto de un régimen que por veinte años ha pretendido destruir a la nación y empobrecer a los venezolanos, tiene su peor rostro humano en la diáspora venezolana y en el cuadro generalizado de miseria que demanda con urgencia la ayuda humanitaria internacional. Estos dos aspectos han influido en el escenario de cambio que empieza a perfilarse a partir del pasado 5 de enero, bajo el liderazgo del presidente encargado Juan Guaidó, sensibilizando a la comunidad internacional sobre la pronta y necesaria salida de Nicolás Maduro del poder usurpado.

Venezuela sufre hoy la diáspora más grande que haya registrado América Latina en toda su historia. Se calcula que cerca de 4 millones de venezolanos han salido del país; un gran porcentaje de estos migrantes han huido del país por falta de condiciones mínimas que le garanticen su sobrevivencia humana; no tienen empleo, ni comida, ni medicinas y, lo que es peor, los persigue el miedo de morir en un país donde la vida cada vez vale menos.

Lo he dicho en reiteradas oportunidades, la diáspora convirtió la crisis venezolana en un problema de Estado para las naciones de la región, especialmente, para los gobiernos de Colombia, Ecuador, Brasil, Perú, Argentina y Chile, así como los Estados Unidos y España, entre otras naciones del mundo. Sin duda, la emigración venezolana ha repercutido gravemente en la economía, en los servicios públicos, en los programas de asistencia social y en la propia seguridad de esas naciones, motivando a sus gobiernos a tomar decisiones que permitan la restitución de la democracia y la Constitución en Venezuela y, por ende, la salida del poder de Nicolás Maduro. Están conscientes, hoy más que nunca, que la instauración de un gobierno de transición en Venezuela, es el camino correcto para neutralizar las peligrosas consecuencias de la diáspora venezolana en América Latina, pues, con seguridad muchos de los emigrantes retornarían a Venezuela apenas mejore la calamitosa situación que sufre la nación.

El otro caballo de troya de esta crisis es la ayuda humanitaria. En estricto sentido, la ayuda humanitaria tiene como propósito salvar las vidas de seres humanos en riesgo de morir, así como aliviar las necesidades básicas de los grupos más vulnerables de la sociedad. El sufrimiento del pueblo venezolano infringido por un régimen tiránico que viola flagrantemente los derechos humanos de sus conciudadanos, se ha convertido también en una razón de especialísimo peso en el contundente apoyo de la comunidad internacional para liberar a Venezuela de la usurpación de Nicolás Maduro.

Tanto la diáspora como la ayuda humanitaria le han dado una visión internacional más humana al conflicto venezolano. Sabemos que el fondo de la crisis es eminentemente político, basado en la entronización de un régimen fallido y forajido, incapaz de resolver los más ingentes problemas del país; un régimen corrupto que saqueó las arcas del fisco nacional haciendo inmensamente ricos a la elite gobernante, a costa del hambre y la muerte de los venezolanos; un régimen que viola con cinismo los más elementales derechos humanos; en fin, un régimen ilegitimo y usurpador que destruyó la institucionalidad republicana colocándose de espaldas a la Constitución y a los ciudadanos. Desde hace tiempo, esa realidad la sentimos en carne propia los venezolanos y es conocida al detalle por la comunidad internacional; pero lo que hoy está en los ojos del mundo es la vocación criminal de una tiranía, que no le importa el dolor y el hambre de niños y ancianos que claman por ayuda humanitaria para evitar morirse por desnutrición o por la ausencia de un medicamento vital para aliviar sus dolencias.

Esta es la percepción que las democracias del mundo tienen hoy día del usurpador Nicolás Maduro y de toda la cúpula de un régimen que se atrinchera para defender sus oscuros intereses, impidiendo que los más necesitados tengan acceso a alimentos y a asistencia médica inmediata. Que el régimen usurpador niegue la existencia de una crisis humanitaria en Venezuela, es ya un delito de lesa humanidad; bloquear la llegada de una ayuda urgente que pretender salvar de la muerte a más de 300 mil venezolanos, es la perversidad de un régimen que pasará a la historia, no sólo como la peor tiranía del siglo XXI latinoamericano, sino como un régimen genocida que pretendió asesinar a su pueblo con el hambre y por la falta de asistencia médica.

Frente a cualquier discusión jurídica, lo que subyace es que Venezuela está sometida a un estado de necesidades básicas (alimentos, salud, seguridad) que amenazan con eliminar a los ciudadanos más vulnerables, dentro de una sociedad en la que más del 80% son pobres y más de la mitad de éstos están dentro del umbral de la pobreza crítica. La verdad dantesca de todo esto es que cada día mueren decenas de niños por desnutrición o por falta de medicamentos; también es verdad que familias enteras se encuentran en completo de estado de inanición; que cada vez son más los pacientes con enfermedades crónicas destinados a morir porque no tienen asistencia médica o el tratamiento que les permita mantenerse vivos; que cientos de ONG no se dan abasto frente a la creciente demanda de medicinas y alimentos de venezolanos de todos los rincones del país. Esa es la cruel realidad de nuestro país; nunca antes una nación de la región había sufrido los peores embates del hambre y la pobreza, producto de un modelo ideológico corrupto e inmoral cuyo único objetivo es mantenerse en el poder, aunque ello signifique el exterminio de los venezolanos.

Satisfacer las necesidades básicas de los más vulnerables, justifica la acción internacional para evitar la muerte de miles de venezolanos a los que el régimen les niega la vida; dentro de este concepto de Estado de Derecho de necesidad, se eximiría de responsabilidad a quienes intentan aliviar los sufrimientos y carencias de seres humanos que padecen necesidades que puedan derivarse en muerte. Por eso la importancia de la ayuda humanitaria internacional, como un mecanismo humano y moral para aligerar el cese de la usurpación y propender al advenimiento de un gobierno de transición que corrija las profundas desigualdades de la Venezuela que heredamos del régimen castro comunista de Nicolás Maduro.

 

@EfrainRincon17|Profesor Titular Emeritus de LUZ




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