Deterioro desmerece el Parque del Este


4   Del esplendor que tenía hace cincuenta años poco queda. Ni su nombre lo conserva, aunque para los usuarios, el Generalísimo Francisco de Miranda nunca dejará de ser el Parque del Este. Son cinco décadas que han dejado su marca y que las autoridades no han podido borrar: a simple vista la grama seca, bancos desmantelados, parques infantiles descuidados y los baños cerrados dejan un sinsabor entre los que lo visitan.

A contrareloj los trabajadores de Inparques ayer intentaban eliminar los rastros del descuido. Un grupo cortaba la grama, otros pintaban los brocales y las bases de los bancos (aunque no tuvieran la madera para sentarse), mientras que otro grupo se dedicó a terminar las caminerías que se empezaron a reparar unos meses atrás.

Los arreglos se agradecen, pero los usuarios que saben del tema dicen que ese esfuerzo no es suficiente. Raquel Scharffenorth, miembro del Comité de Defensa, recuerda que el parque, inaugurado en 1961, es una obra maestra del paisajismo moderno y no ha recibido la atención que merece.

«Se están haciendo arreglos, pero no hay un plan integral de recuperación del paisajismo. Las labores se han asumido como si este fuera un parque recreativo normal y corriente, pero aquí hay una colección importante de flora y fauna que requiere atención especial», dice Scharffenorth.

La vegetación baja y media se ha perdido notablemente, desde el punto de vista del Comité de Usuarios y de los Defensores del Parque. El diseño original realizado por Roberto Burle Marx, Fernando Tabora y John Stoddart, según recuerda Scharffenorth, incluía una representación de los ecosistemas venezolanos.

Marisela Díaz, entrenadora, tiene 50 años visitando el parque y añora los botecitos en el lago, el servicio de iluminación en las caminerías y los venados que alguna vez formaron parte del parque. «Se ha perdido mucha vegetación porque el parque se abandonó por muchos años», lamenta la usuaria.

La mayoría coincide, incluso las autoridades, en la necesidad de diversificar los espacios. El parque fue pensado para seis mil usuarios semanales y hoy recibe como mínimo 50 mil.

La construcción del Leander, un museo en honor a Miranda que se inició el 2008, sigue preocupando a los que visitan el parque con frecuencia. «Eso lo veo muy mal, ese era un lugar maravilloso para los niños y la verdad ya no quedan casi espacios para los más pequeños», dice Aída Pérez, vecina de Altagracia quien visita el parque al menos tres veces a la semana.

Pero a pesar de todo, las 77 hectáreas de ambiente relajado y la fauna que vive en ellas sigue invitando a diario a miles de personas. Paolo Facci se recupera de la lesión en su pierna yendo dos veces al día al parque. Cree que hace falta educar a las personas para mantener el área verde. Sin embargo, no se cansa de disfrutar sus caminatas rodeado de naturaleza.




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