La carrera-caminata de Avon se convirtió en una rumba familiar


5   El entrenamiento deportivo se quedó corto: lo que vivieron los asistentes a la carrera-caminata de Avon en Las Mercedes, fue más allá. Mucho rato después de terminar el recorrido, familias completas se quedaron a disfrutar del espectáculo que se extendió hasta medio día.

Para Gloria Quevedo se trata de solidaridad: «Si yo tuviera que levantarme temprano todos los domingos por esta causa, lo haría. Esta enfermedad puede tocar a cualquiera y es bonito sentir que estoy haciendo algo para que menos personas la sufran, además, se la pasa muy bien».

Gloria, de 40 años, fue una de las miles de participantes que no se apartaron de la tarima después de correr. Fue con su hermana y su hijo de 8 años, todos de rosado.

Caramelos de Cianuro, Tecupae, Desorden Público y Voz Veis pusieron a todos a bailar. Mientras, ´Érika de la Vega, Daniel Carlés y Kiara, les dieron ánimos a los atletas.

A las 6 de la mañana comenzaron a llegar los participantes vestidos de rosado. Las calles transversales a la avenida principal de Las Mercedes y el estacionamiento del centro comercial Paseo, estuvieron repletos durante toda la mañana.

Los grupos dispersos de corredores, ya se habían convertido en multitud a las 7 de la mañana, y cinco minutos después de que se cantara la partida, seguían pasando participantes a paso lento para no atropellarse.

«La idea es llevar un mensaje de optimismo, de que sí se puede vencer la enfermedad. Más de un millón de personas en el mundo han corrido o caminado con nosotros en la lucha contra el cáncer de seno», aseguró Luis Páez Pumar, gerente general de Avon.

Los hombres llevaron las camisas rosadas con orgullo, y cientos de mujeres caminaron o trotaron con sus niños muy pequeños e incluso en los brazos. Otras tantas mostraron su cabello corto felices: «Yo lo logre, tú también puedes», se leía en un cartel pegado a la franela de una corredora.

Justo esa filosofía ayudó a Luimerwy Silva, de 35 años, a sobrevivir a la enfermedad: «Preferí echarme a la vida, que a morir». Luimerwy está en tratamiento desde 2009, cuando justo después de dejar de amamantar a su bebé, se encontró «algo raro» al hacerse el auto examen. La semana que viene se someterá al tratamiento químico número 16, con un ánimo admirable.

Ella y otras mujeres que superaron la enfermedad, contaron ayer su experiencia al público y enviaron un mensaje de esperanza y amor a la vida. Todos terminaron bailando.




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