Cómo afrontar una crisis de pareja durante el embarazo

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Cuando una pareja decide ser padres se enfrenta a un nuevo desafío: la llegada de un hijo que cambiará su situación actual. El estrés, los miedos y no saber cómo lidiar con todo puede ser el caldo de cultivo idóneo para que surjan peleas y discusiones que pueden llegar a convertirse en una crisis.

“La preparación para la llegada del bebé puede vivirse de manera diferente por ambos miembros: mientras que uno puede esperarlo con gran tranquilidad, el otro podría tener emociones como miedo, temor o angustia, lo que también afectará a la convivencia de la pareja”, explica Patricia Sánchez, socia cofundadora de Centro TAP. Tratamiento Avanzado Psicológico, quien señala que además la mujer podría tener molestias derivadas del embarazo (en el primer trimestre náuseas, falta de apetito o sueño y en el último cansancio, dolores de espalda o dificultades para dormir).

Diana Lozano, psicóloga clínica en el mismo centro, señala que ante el embarazo la pareja tiene un importante reto: el ajuste, es decir, la relación ha de ir evolucionando para encajar con lo que ambos miembros sienten y necesitan. “Cuando el ajuste no se da, pueden aparecer las dificultades o agravarse las ya existentes”, advierte.

Más comunicación, clave

Ambas señalan un punto de partida indispensable para alcanzar ese ajuste y evitar los conflictos: la comunicación. Los dos miembros de la pareja tienen que poder transmitir adecuadamente su situación física y emocional para que el otro le acompañe en sus necesidades. Además, deben aceptar que el embarazo no va a ser vivido exactamente igual por parte de los dos.

Los cambios que sufrirá la mujer durante la gestación y los síntomas variarán dependiendo de cada una, habrá algunas que se sientan llenas de vitalidad los nueves meses y que disfrutarán el crecimiento de la barriga, mientras que otras notarán cansancio retendrán líquidos y podrán agobiarse con la ganancia de peso.

“Por ello, de nuevo, la comunicación es la clave. Preguntar, comunicar qué se necesita, qué se espera ¡o qué se teme!”, afirma Lozano. “Es una forma para que las parejas se acerquen y para que los hombres, en este caso, puedan compartir el embarazo de sus parejas, ser más participes del proceso y acompañarlas con más acierto”.

Otro aspecto que puede generar conflictos y donde la comunicación juega un papel determinante es, según Lozano, manejar las situaciones en las que los miembros de la pareja estén en puntos diferentes, ya que puede generar mucho desequilibrio. Éstas pueden ser, por ejemplo, cuando una de las dos personas está centrada en lo práctico o lo logístico y la otra está pensando cuál va a ser su planteamiento educativo tras el nacimiento del bebé.

“Otro aspecto a considerar es el ajuste de los tiempos de los miembros de la pareja. La llegada de un bebé exige reorganizar los tiempos, la dedicación a los cuidados del bebé no necesariamente estará equilibrada y esto será especialmente significativo en madres lactantes que suelen pasar más tiempo con el bebé. La falta de consenso sobre el reparto de los cuidados de la casa, el hijo/s, el trabajo, o el tiempo personal, puede ser una fuente de conflicto”, añade Sánchez.

Ante estos cambios la actitud del hombre debe ser de apertura, deben asumir que hay cosas que no van a entender, ya que no las están experimentando, y que pueden quedarse perplejos ante determinadas situaciones. Tal y como apostilla Lozano, tienen que dejar de lado el mito de que las mujeres embarazadas son bombas de hormonas que reaccionan de forma impulsiva y sobredimensionada.

¿Se puede ver afectada la sexualidad de la pareja?

El embarazo no afecta negativamente a la sexualidad, pero sí puede verse alterada, especialmente en el tipo de prácticas que se realizan.

“Es importante en este sentido probar, valorar qué posturas resultan más cómodas para la pareja, porque aunque algunas de ellas podrán mantenerse, otras en cambio, sobre todo cuando el embarazo está muy avanzado, puedan resultar casi imposibles”, recomienda Sánchez. Así, “será una buena oportunidad para experimentar prácticas y posturas novedosas que quizás la pareja no había incorporado a sus encuentros y resultan igualmente placenteras”.

Una vez que el bebé nazca, los cambios continuarán, por lo que el ajuste se hará más necesario que nunca.

En definitiva, Lozano hace hincapié en “comunicar, pedir, negociar y llegar a acuerdos para construir un modelo de pareja (en este caso, con hijos), de familia y de crianza satisfactorio y positivo; para que, contando con estas herramientas, se consiga que los cambios sean vividos como una oportunidad para el crecimiento y el avance, y no como una amenaza”.

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