Armando Martini Pietri: ¡Profecías, paja y pendejeras!

¿Se acuerdan del brasileño con coleta igual a la del neo comunista español? ¿Recuerdan el zaperoco que se armó sobre la presunta muerte de Hugo Chávez? Como si el cáncer y el retraso de la medicina cubana fueran cosa del destino o un Dios pendiente de detalles. Imagínense qué hubiera pasado en Venezuela si los anuncios de innumerables autocalificados profetas se hubieran cumplido, siquiera en un porcentaje moderado.

Maduro habría muerto, estaría fuera del gobierno, habría renunciado u obligado a renunciar en fin, aunque ninguno predijo, por ejemplo, ni el cáncer ni su reaparición –descartada– en el presidente de Colombia. Según abundantes manipuladores del tarot, de las cuartetas de Nostradamus y otros tantos –demasiados, lo esotérico produce dinero– al Mandatario venezolano le queda poco de vida, para unos, mucho menos de mando para otros. Esto último es más fácil de profetizar, basta con leer la prensa y escuchar a unos cuantos analistas políticos.

Si al obrero presidente le aparece un cáncer mortal será cosa de su propia genética, aunque hasta ahora los que han investigado a fondo en busca de orígenes, e incluso nacimiento, nada parecen haber descubierto sobre antecedentes de carcinoma en los Maduro venezolanos y los Moros colombianos.

Los visionarios evangélicos no se llevan bien con brujos, santeros y paleros, algunos pronostican la ira de Dios contra ellos. Y sobre los que se dan baños y hacen malabarismos brujeriles en Sorte, María Lionza debe buscar guardaespaldas espirituales. Los evangélicos, intensamente entrenados en oratoria religiosa, no están en el diálogo, pero presumen de platicar con el Señor, quien parece tener tiempo de sobra para conversar con cada uno de ellos en noches, madrugadas y sueños. ¿Hablará Alá con fanáticos islamistas? ¿Hará revelaciones Jehová a los rabinos? ¿Conversará cada dios con los chamanes indígenas y africanos?

En estos días escuchamos a una profetisa estadounidense advirtiendo la muerte de Donald Trump. No llegará a celebrar sus primeras navidades en la Casa Blanca, según ella, pues un hombre blanco de unos 34 años le disparará en un acto público y acabará con su agitada vida. No es la única, ya empieza la avalancha de auspicios oscuros contra el recién electo presidente, quien, aunque no sea santo de nuestra devoción –Hillary Clinton tampoco– nunca a nadie se detesta tanto como para desearle la muerte, un asesinato es una tragedia en Manhattan, en Washington y en los más perdidos barrios venezolanos.

En cualquier caso, profetizar públicamente el asesinato de cualquiera es como mínimo criminal e irresponsable. Siempre hay vehementes que creen, están convencidos de ser los elegidos no importa cuánto se equivoquen, esperan y observan, eso puede cambiar planes y proyectos de vida; o, aún peor, en un país en el cual ya han asesinado a personajes relevantes, cualquier chiflado puede, en su tramoya mental, sentirse inspirado y hasta mensajero de Dios. Con locos nunca se sabe y esos sobran en ese país con fácil acceso a todo tipo de armas.

Hablar de recados de Dios como en el Viejo Testamento, historia demasiado fabulada más allá de la fe, es peligroso y bastante bobalicona, tanto como las mentiras del oficialismo venezolano que, por ejemplo, trata de disimular la torta que algún idiota ordenó poner con Lorenzo Mendoza en Barquisimeto, alegando el vago argumento de “novedades” del avión del empresario. Lo único que lograron fue que lo que hubiese sido una simple conferencia con temas conocidos, se convirtiera en noticia nacional e internacional perjudicial para el régimen, que ya tiene bastantes dificultades de las cuales ocuparse aunque el mismo Presidente no sepa cómo resolverlas, simplemente no las vea o, peor, no las entienda.

Cuando alguien converse sobre las profecías de Nostradamus, pregúntele cuándo leyó sus libros y, especialmente, averigüe si entendió algo, cosa nada fácil pues si en algo se distinguía -el médico Michel de Nôtre-Dame- era en escribir enmarañado. Igual escepticismo deberían mantener con la increíble variedad de adivinos tenebrosos que, pedantemente, aseguran haber recibido encomiendas de Dios.

Los venezolanos no vamos a salir del desastre castro-chavo-madurista porque lo prevean ni el destino ni Dios. Saldremos con dificultad, lentitud, mucho esfuerzo y sacrificio empujando todos, participando en la protesta y el rechazo; asistiendo o no a manifestaciones dependiendo de quién y para qué las convoquen, aportando pequeñas soluciones a cosas que con algo de habilidad podemos resolver por nosotros mismos, pero siempre exponiendo el rechazo y sin bajar la cabeza. Es respetable y no criticable el que se va, pero digno de admiración y solidaridad es el que se queda, fajado con el desastre, enfrentando las torpezas de sabihondos, prepotentes que se creen dueños de la razón y se auto inflan con pendejadas.

Hay que reconocer que Lorenzo Mendoza es ejemplo a seguir, un venezolano profundo, que sigue en el país, al frente de su equipo de gerentes, técnicos y trabajadores, a los cuales conserva sus condiciones de trabajo. Si le propusiera al Gobierno venderles la organización Polar, se la arrancarían de la mano al precio que fuera. Sin embargo, lo que saca de sus casillas al régimen es que, no sólo no les propone que compren, sino que los enfrenta en todas las trabas que abusivamente le imponen. Se ha dicho que si el oficialismo se atreve a expropiar Polar, esta sería de las últimas decisiones que tomaría.

No es el único venezolano así. Son muchos los empresarios grandes, medianos y pequeños que podrían irse, pero no lo hacen. Siguen aquí con coraje, dando ejemplo, siendo la mayor angustia del Gobierno que afirma ser defensor del pueblo pero lo mantiene a puño de hambre y desazón.

Allí está la mayor y más acertada profecía para Venezuela, la que de verdad cuenta. Esos venezolanos que no están dispuestos a ceder a las trampas y provocaciones, ni a los graves errores de un Gobierno tosco, brutal, corrupto e incapaz. Lo que hay que pedirle a Dios y a la Virgen es que esos cuatriboleados sigan siendo así y estando aquí. Sin hacerle caso a profecías, paja y pendejeras.

@ArmandoMartini