Carlos Blanco: ¿Vamos bien? ¿Íbamos bien? ¿Vamos lento?

Carlos BlancoCarlos Blanco

Esas preguntas se pueden responder con el piloto automático según las posiciones; sin embargo, son legítimas y merecen alguna reflexión.

Guaidó sigue siendo el factor de aglutinación de la esperanza; no hay otro líder que lo sustituya, al menos hasta el momento y hasta donde se ve; sin embargo, al lado de esa realidad existe otra: ha perdido momentum. Su figura como jefe de una insurrección en marcha se transfigura, a veces, como la de un predicador que sabe los arcanos del camino o la de un candidato en campaña electoral. A pesar de esto, Guaidó no tiene sustituto como aglutinador en el corto plazo.

La falla estratégica fue ofrecer lo que no se pudo –¿se podía?– cumplir. Después se pueden echar todos los cuentos del universo, pero la idea era que el 23 de febrero o alrededor de esa fecha se producirían la entrada de la ayuda humanitaria, el quiebre del Alto Mando Militar y la salida de Maduro. Esa fue la oferta que se entendió. Y falló.
Se puede decir que eso que se creyó –la salida de Maduro– no fue exactamente lo ofrecido. En realidad fue lo asumido y no desmentido por el liderazgo encabezado por Guaidó. Hago un breve inciso: Carlos Andrés Pérez en la campaña electoral de 1988 no ofreció volver a la Gran Venezuela de su primer período porque sabía lo que ocurría en la economía; pero el país entusiasmado leyó en el regreso de CAP el de la bonanza de los setenta. Cuando volvió, llevó a cabo un programa económico exitoso liderado por Miguel Rodríguez y el país creció a las más altas tasas del mundo, pero como la Gran Venezuela no volvió, CAP perdió base social y el apoyo de AD, entonces se montó la conspiración de los “notables” y de Chávez.

Ahora se cometió el error de creer que Maduro estaba fuera de juego. Y no estaba. Cierto que está cercado; que no preside un gobierno sino una mafia; que no es reconocido; que no inspira apoyo sino miedo; que está muy débil. Su falta de respuesta inicial puede haber sido porque estaba grogui de la tunda de mazazos recibida; pero respiraba y sobre todo se preparaba para actuar.

La acción de Maduro no podía ser contra Guaidó, inicialmente. Se replegó, y sitiado en su ciudadela reorganiza su juego: desmantela el entorno de Guaidó; promueve apoyos en los centros de poder (“hands off Venezuela”); hace de China su aliado cercano; impulsa negociaciones “a la dominicana”; reprime brutalmente; gana tiempo y, sobre todo, nos recuerda que los rusos también juegan. Y rudo.

Frente a esta realidad, con el inmenso apoyo que tiene Guaidó, con la desesperación ciudadana por salir del caos, con el sustento internacional existente, hay la oportunidad de reorganizar las fuerzas internas si se abandona el sectarismo y se replantea la lucha.




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