El divorcio se ha convertido en un buen momento para hacer una fiesta, al menos en Estados Unidos, donde cada vez son más los que optan por alguna celebración para dar carpetazo definitivo al amargo trago de la separación conyugal. La tendencia ha dado lugar a una incipiente industria: la de las empresas que organizan fiestas de divorcio.
La oferta es de lo más variopinta, desde bacanales en las que el divorciado/a dan rienda suelta a la tensión acumulada al disparar dardos contra la foto de su ex, hasta ceremonias espirituales y celebraciones en las que la pareja concluye, en tono amistoso, la vida matrimonial.
Jenny Kuehneman es una divorciada convertida en organizadora de eventos lúdicos que incluyen, cómo no, fiestas para mujeres que como ella han sufrido los sinsabores de una separación. Es como una especie de clausura, dijo la empresaria, quien insistió en que esas fiestas no son una celebración del divorcio, sino una ocasión para reunir a los amigos y buscar apoyo en momentos difíciles.
Su empresa, ofrece a la homenajeada y sus amigas servicios de belleza a domicilio el día de la fiesta y una excursión, con cita a ciegas incluida, a algún club nocturno.
Los terapeutas aseguran que el divorcio es diferente para todo el mundo, pero supone un cambio y es importante reconocerlo, ya sea comprándose una tele nueva, pintando la pared de otro color o planeando una fiesta.
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