Obama: «Nos dieron una paliza»


Costó una hora de conferencia de prensa y una decena de preguntas. Pero al cabo de todo eso, sobre el minuto final de su primera aparición después del castigo electoral, un apesadumbrado Barack Obama terminó por admitir que el triunfo republicano fue una «verdadera paliza».

El presidente norteamericano lo describió como una experiencia que «cae mal» y que lo dejó «triste», pero de la que está seguro que aprenderá y saldrá adelante.

Tras entonar el «es mi culpa y mi responsabilidad», Obama dijo que lo ocurrido lo predispone a «buscar consenso» con los republicanos, pero no a modificar su agenda de gobierno, porque «en esto nadie, ni ellos tampoco, tiene el monopolio de la verdad».

En una resurrección inimaginable, un Partido Republicano dividido y desbordado por el movimiento ultraconservador Tea Party recuperó el control de la Cámara de Representantes en una toma de poder que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial: 60 bancas cambiaron de manos, con un resultado de 239 escaños para los republicanos y 185 para los demócratas.

Poco faltó para que hicieran lo mismo en el Senado, donde los demócratas, sin embargo, consiguieron retener una mayoría precaria de 52 bancas contra 46 de los republicanos, que lograron conquistar seis más. Entre los nuevos senadores de la oposición hay cinco que militan en el Tea Party.

Más allá de las declaraciones de buena voluntad, se presagia un difícil escenario en el esquema de gobernabilidad de la potencia mundial, con riesgo de hacer del Congreso un campo de batalla partidario y amenaza de un bloqueo permanente que se traduzca en parálisis (ver aparte).

Una vez difundidos los primeros resultados que otorgaron la victoria republicana, Obama reveló que se había comunicado con John Boehner, quien pasará a ser presidente de la Cámara de Representantes en reemplazo de Nancy Pelosi, y con el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, para transmitirles su predisposición a «trabajar con ellos».

«Les dije que estoy muy deseoso de sentarnos con los miembros de ambos partidos y ver cómo podemos movernos hacia adelante juntos», comentó el mandatario, que resaltó que, sin embargo, «eso no será fácil».

«Hay que revisar la agenda de gobierno. Cambiar la dirección, es lo que haremos», anticipó Boehner. «Si no escuchan volverán a perder en 2012», corroboró, por su parte, McConnell, que ya señaló que su deseo es evitar un segundo mandato de Obama.

La reforma sanitaria, por la que tanto batalló Obama, ya se proyecta como la primera víctima de la derrota. «Hay que terminar con esa monstruosidad», dijo Boehner, consagrado ya como tercero en la línea sucesoria. El presidente respondió que no estaba dispuesto a eso y que sería una «insensatez» reanudar ese debate.

Los comicios constituyeron un significativo triunfo para el Tea Party. El movimiento, que surgió poco después de la llegada de Obama a la Casa Blanca, tuvo una notable influencia en el resultado y ya se vislumbra como una fuerza a tener cuenta en las próximas elecciones presidenciales de 2012 (ver pág. 3).
Fastidio y castigo

«Por favor, dennos un respiro, nos tienen hartos. Basta de política, cállense un rato la boca y hagan algo», fueron los mensajes que llegaban a cadenas de radio y de televisión de norteamericanos fastidiados con las primeras reacciones que disparó su voto castigo. El hartazgo y la frustración fueron evidentes en el momento de votar. Y la sensación no parecía haberse disipado con el resultado.

La mala marcha de la economía fue la principal razón del enojo de los votantes. Ayer, un día después de los comicios y de su lapidario resultado, la Reserva Federal anunció inyecciones de liquidez para «sostener la recuperación económica y los precios». Se trata de un aporte inicial de 600.000 millones de dólares para apuntalar el empleo (ver pág. 3).

Mientras los republicanos hacen valer su nuevo poder y amenazan con fuertes revisiones de la agenda de Obama, el líder demócrata compareció, en conferencia de prensa en la Casa Blanca, para asumir la responsabilidad por lo ocurrido. Puso el cuerpo solo, sin la compañía de su vicepresidente, Joe Biden, ni ningún otro de sus colaboradores.

Los republicanos «me dieron una paliza», admitió. «Estoy seguro de que hay mejores maneras de aprender estas lecciones», bromeó, para luego comparar su experiencia como «la misma» que tuvieron algunos predecesores, como el republicano Ronald Reagan y el demócrata Bill Clinton, que «supieron salir adelante».

Para el mandatario, la gran causa del castigo fue la economía. Ni siquiera su plan para reanimarla, sino «sólo los resultados». «Hace falta más tiempo y los resultados no llegaron», dijo. Tampoco admitió que hubiese habido una desconexión con los problemas de los ciudadanos.

«Leo cartas de la gente todas las noches. Algunas me quiebran el corazón, otras son inspiradoras. Pero nunca hay una cámara filmándome cuando las leo», reflexionó Obama.

Sí admitió que su puesto tiene «un peligro inherente», como verse «atrapado en una burbuja», y aseguró que durante su segunda mitad de mandato hará todo lo posible por «alejarse» de la Casa Blanca y estar en contacto con la gente. «Es difícil no parecer distante» cuando se vive dentro de la Casa Blanca, subrayó Obama.

A la hora de buscar una razón para la «paliza», no vaciló en señalar a la «frustración» de la sociedad con «el «ritmo de la recuperación económica». Y que, como presidente, aceptaba la «responsabilidad» del resultado.

«Hay muchos cuestionamientos por mi parte, como «¿podría haber hecho algo de otra manera para que ellos (por los legisladores) estuvieran aún aquí?»», observó el mandatario. «Tengo que hacer un mejor trabajo, como todos los demás en Washington.»

La primera lección que aceptó el mandatario fue la necesidad de «trabajar más y mejor» para lograr «consenso» con los republicanos, algo que, sin embargo, no es la primera vez que se le escucha, ya que fue una idea varias veces repetida a lo largo del tramo inicial de su presidencia.

Los campos que identificó como de posible «consenso» no fueron, tampoco, los que más entusiasmo generan: energía y educación, aunque sí insistió en la necesidad de «trabajar juntos para una economía mejor». En ese contexto, admitió la posibilidad de «conversar» con la oposición sobre los perdones impositivos para empresarios que impulsó George W. Bush.

Silvia Pisani – Fuente La Nacion




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