¿Quién inventó el clip?

   El clip, ese pedazo de alambre de apenas 15 centímetros que doblado en doble bucle ha llegado a ser imprescindible para sujetar folios, se convirtió en un símbolo nacional que la resistencia noruega se prendía en la solapa durante la ocupación nazi en la II Guerra Mundial. Sin embargo, no está tan clara la paternidad nórdica del invento, nacido en la segunda mitad del siglo XIX como consecuencia del crecimiento de las transacciones comerciales al calor de la Revolución Industrial, reseñó nortecastilla.es

Un estadounidense, Samuel Fay, y una compañía británica, The Gem Manufacturing Company, disputan al noruego Johan Vaaler el honor de haber dejado para la posteridad una solución tan universal como sencilla al problema de mantener documentos unidos y ordenados.
El arquitecto catalán Juli Capella Samper (Barcelona, 1960) ha reunido en el libro ‘Así nacen las cosas’ casi medio centenar de los artículos más frecuentemente utilizados en la vida diaria, nacidos para dar respuesta a las necesidades, problemas y anhelos del género humano a lo largo de siglos.

La pinza de la ropa, con origen en la forma en la que los pescadores ponen a secar prendas en alta mar; la cremallera, que nace para facilitar la apertura y el cierre de las sacas de correos; la botella de Coca-Cola, fruto de un concurso para escoger un diseño que la distinguiera de sus rivales; la lata de conservas, tampones, compresas, clínex… llegaron para hacernos más cómoda la vida, como los utensilios de higiene femenina; algunas veces, como evolución de objetos existentes; otras, incluso por error, como el ‘post-it’, que nace de un pegamento que no pegaba, pero casi nunca de la mera casualidad.

Juli Capella, que en su faceta arquitectónica ha rubricado obras como los hoteles Omm (2003) y Silken Diagonal (2004), recuerda que el de los inventos no es un mundo siempre justo con quienes legaron para la posteridad soluciones definitivas a necesidades cotidianas. Así, el creador del imperdible, Walter Hunt, vendió su gran obra por 15 dólares para poder pagar una deuda y el ingeniero eléctrico Douglas Engelbart apenas ‘vio’ 15.000 dólares por crear el ratón, una filigrana con muy poca utilidad en su origen y hoy, una herramienta sin la que la mayoría de los usuarios de ordenadores personales se sentirían mancos.

Pero no es todo amargura. Los inventos han permitido también a muchos de sus creadores (a veces, a los promotores de creaciones ajenas) hacerse de oro. Un ejemplo de inventor-triunfador, Marcel Bich, italiano nacionalizado francés que compró al húngaro Laszlo Biro la patente para Europa de su aparato de escritura que daba el relevo a la estilográfica. Bich comercializó su producto quitándole la letra final a su propio apellido, porque su ambición de hacerlo internacional chocaba con que Bich, en inglés sonaba a ‘zorra’ (‘bitch’). Era el año 1950. Había nacido Bic, la empresa que democratizó la escritura gracias a un invento de precio asequible (29 centavos). Dos años después de su creación, ya producía 21 millones de unidades y en 2005 la empresa anunció la comercialización de su bolígrafo cien mil millones.

El éxito de su aparato de escritura llevó a Bitch a probar fortuna con otros útiles cotidianos, como el encendedor, en 1973, y la maquinilla de afeitar al año siguiente, objetos que volvieron a tener una acogida entusiasta en la emergente sociedad de consumo y que llevaron a la marca a probar en el mundo de los perfumes (primer fracaso, en los años ochenta) y de la telefonía móvil (Bic Phone, 2009).

Usar y tirar

Pero el boli Bic estrenó también la era de los productos de usar y tirar, tan prácticos como poco respetuosos con el medio ambiente, por lo que el objetivo actual de la compañía es la utilización de material reciclado, así como la búsqueda de procesos productivos limpios.
No es la de los Bich la única dinastía familiar nacida de la intuición de un creador. En 1933, Alfonso Bialetti llevó el aroma de las máquinas exprés de hacer café de la hostelería al hogar, mediante un sistema de depósitos para el agua y el café molido con un diseño que ha llegado casi sin modificaciones hasta nuestros días. Hoy, el nieto de Bialetti, Alberto Alessi, es propietario de una factoría de artículos de cocina cuyos productos han llevado la esencia del diseño italiano a todo el mundo. Por cierto, otro invento de uso común, sobre todo entre los menos exigentes con el sabor del café, es la Melita, que debe su nombre a una ama de casa alemana, Melita Benz, que utilizó un cazó agujereado y un filtro de papel para obtener el líquido negro.

Además de empresas y sagas familiares nacidas a partir de una patente de éxito, en el cosmos de los inventos existen compañías especializadas en la creación de aparatos para hacernos la vida más fácil. Entre estas destaca sin duda 3M (su nombre comercial nace de la simplificación de su denominación oficial, Minnesota Mining and Manufacturing). A 3M le debemos, nada menos, la invención del papel de lija, la cinta adhesiva, la cinta de casete y de vídeo, el Scotch Brite (yo no puedo estar sin él) y, desde hace 30 años, el ‘post-it’.
Capella escoge para el libro otros inventos que son fruto del azar, como las bolsitas de té, que Thomas Sullivan confeccionaba para ahorrarse enlatar sus muestras, hasta que descubrió que le encargaban pedidos en ese mismo recipiente porque se podía introducir directamente en el agua hirviendo.

En otros ejemplos, los inventos triunfan porque son capaces de cumplir premisas preestablecidas para garantizar su éxito. El famoso juguete danés de bloques de construcción Lego (Lego, en ese idioma, significa ‘juega bien’) se hace universal porque responde uno por uno a los diez puntos del decálogo de su creador para obtener el juguete perfecto. Así, es el único del catálogo de la empresa que en 1954 cumple con 10 objetivos: juego total, no es discriminatorio, para todas las edades, para todo el año, estimula, absorbe, permite jugar horas, fomenta la imaginación, la creatividad, cada nuevo producto multiplica al anterior, es seguro y se mantiene siempre actual.
La empresa crea Lego System en 1955 y se vuelca segura de un éxito universal que no tarda en llegar.